¿Te ha pasado alguna vez lo de dejar las llaves y no tener ni idea de dónde fue ese lugar donde las viste por última vez, por lo que perdiste media hora buscándolas ? ¿Hacer un examen del que habías estudiado como si de ello dependiera tu vida y darte cuenta de que el día siguiente del examen ya no recordabas nada? Entonces lee este artículo.
La memoria es nuestra gran olvidada, pues no es que nos paremos muy a menudo a pensar en ella. Vive en el olvido hasta el día que nos falla y nos acordamos para maldecirla, pero de ella dependemos al 100%. Y si no pensad por un momento si no pudiéramos almacenar nuestras experiencias, ¿qué haríamos?
Ahora que os habéis imaginado el desastre, os cuento que la memoria no es homogénea, pues existen distintos sistemas que la engloban, a rasgos generales estos son la memoria a corto plazo o de trabajo y la memoria a largo plazo, y de ésta distinguimos la implícita y la explícita. La implícita esta relacionada con el aprendizaje de habilidades y suele mantenerse intacta con el paso de los tiempos, de allí que aunque llevemos diez años sin montar en bici, el proceso no se nos olvida. En el caso de la explícita, puede ser semántica, relacionada con el almacenaje de nuestros conocimientos sobre el mundo, o episódica, relacionada con el recuerdo de nuestra propia vida. Ahora la gran pregunta es, ¿por qué falla? La respuesta es un tanto más compleja y depende de muchos factores, pues tenemos que pensar dónde ocurrió el fallo, si en la codificación, el almacenamiento o la recuperación. Una de las más importantes aportaciones en el campo de la memoria fueron los siete pecados de Schacter. Según él, los fallos pueden ser:
- Paso del tiempo: a medida que pasa el tiempo, el recuerdo se
desvanece, por lo que la repetición es importante. Si el recuerdo
ha tenido gran impacto emocional, se mantendrá estable.
- Distracción debido a la falta de atención: la información
no se codificó, por tanto, no existe un recuerdo. Es el típico
caso de “¿dónde dejé las llaves?” Si una acción se hace de
forma automática, no es necesario prestar atención.
- Bloqueo o el fenómeno de “lo tengo en la punta de la
lengua”: ¿a quién no le ha pasado? Está seguro de que lo sabe y
tiene una idea, pero ésta no se materializa con claridad. Este
fenómeno se debe a que disponemos de la información almacenada,
pero no conseguimos acceder a ella. Es como saber que tenemos un
libro en la biblioteca pero no sabemos dónde está.
- Atribución errónea: atribuimos recuerdos que hemos oído
por otros pero no hemos vivido nosotros mismos.
- Sugestionabilidad: todos sabemos el poder de la sugestión,
que llega hasta tal punto que puede influenciar los recuerdos
propios.
- Sesgo: el recuerdo se ve influido por nuestras actitudes,
sentimientos, valores, creencias y conocimientos previos.
- Persistencia: permanencia de recuerdos que desearíamos
olvidar. Muy típico de los sucesos traumáticos. Es un suceso donde
existe impacto emocional y puede permanecer para toda la vida claro
y vívido.
- La atención: es necesaria para que se codifique la
información y exista un recuerdo.
- Organizar la información: existen evidencias de que el
cerebro organiza toda la información para que sea mas fácil
acceder a ella. Por eso, organizándola, existe mucha mayor
facilidad en recordar.
- Repasarla: el paso del tiempo borra sin piedad los recuerdos,
por lo que el repaso siempre ayuda. Si os fijáis, cuanto más
trabajáis con una información y más la hacéis vuestra, más la
recordáis. Leed, volved a ver ese documental que tanto os gustó,
escribid sobre algún tema que os gusta, investigad sobre un tema
que os parece interesante. Las opciones son infinitas.
- Entender la información: nuestro cerebro es vago por
naturaleza, así que su prioridad es ahorrar energía. Cuando
aprendemos algo, solemos quedarnos con el significado más que con
los detalles. Si queremos recordar bien, no tenemos que memorizar,
sino entender lo estudiado, etc.
- Visualizar la información: Existe la superioridad mnémica de las imágenes sobre
palabras (Allan Paivio). Según distintos estudios, hay
mayor facilidad de recuerdo cuando se trata de imágenes, no tanta
con palabras concretas y, por último, hay menor facilidad con las
palabras abstractas (quizás porque son las más difíciles de
visualizar). “
- Asociación: asociar el conocimiento del que disponemos con el
nuevo. Muchas veces ocurre de forma automática, pero si queremos
potenciar el recuerdo, podemos hacerlo voluntariamente
(conocimiento, gustos, contexto). De ahí surge el denominado efecto
del contexto. Es mucho más fácil recordar una experiencia o
información que se ha codificado en un contexto X cuando estamos en
ese contexto, que estando en otro, porque ese lugar actúa de llave
hacia el recuerdo. Si queremos recordar algo podemos imaginarnos el
lugar donde lo aprendimos o sucedió. Por tanto, no olvidéis dotar
a vuestro recuerdo de pistas y asociaciones, que más tarde os
servirán de pequeñas llaves para vuestro recuerdo.
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