viernes, 22 de agosto de 2014

Las grasas y la salud

En los últimos años he leído todo lo que cayera en mis manos sobre temas de nutrición. Movida por una necesidad incesante de encontrar la verdad. ¿Es cierto todo lo que nos venden? ¿La leche es tan buena para los huesos? ¿Y la soja? ¿Los cereales con tanta fibra? ¿Por qué como sano y sigo siempre cansada, con las defensas bajas y con problemas digestivos? ¿Desde cuándo concebimos esto como normal? Ciertamente no hay una verdad absoluta. Cada uno debe encontrar su camino a seguir. Lo que sí creo firmemente es que la alimentación tan moderna y procesada tiene algo que ver con tantos males del siglo XXI: obesidad, diabetes, enfermedades autoinmunes, etc.

Uno de los cambios que más me ha costado realizar ha sido respecto a la grasa, pues siempre la he mirado de reojo. Durante años, los medios se habían encargado de maldecirla con frases como “¡Evita a grasa!”, “La grasa causa obesidad”, “La grasa se va directa al culo”, “La grasa provoca enfermedades del corazón”... ¿Qué hay de cierto en eso? Ahora parece que el paradigma está cambiando (enlace). Lo cierto es que todo nuestro cuerpo necesita grasa: nuestros órganos, nuestra piel y nuestro pelo para lucir bonitos. Pero sobre todo el gran jefe: nuestro cerebro. Pensemos un momento en la cantidad de funciones que realiza: secreta hormonas necesarias para el correcto funcionamiento de nuestro cuerpo, coordina nuestro movimiento, así como nos permite actuar de forma rápida cuando hay peligro, etc. Gracias a él podemos disfrutar de una preciosa puesta de Sol que dos días más tarde somos capaces de recordar, pues procesa la información sensorial que luego almacena en la memoria. Esto y un sin fin más de procesos son lo que nos permite el cerebro.Para todo ello necesita los macronutrientes, entre los cuales está la grasa. Por eso debemos proveerle de grasa, pero que sea de calidad.
Por otro lado, sin la grasa, las vitaminas liposolubles A, D, K y E, tan importantes para nuestra salud, no podrían ser absorbidas y almacenadas en nuestro cuerpo, pues necesitan ir acompañadas de grasa.
La vitamina D está relacionada con la salud ósea. En los últimos años han surgido estudios que vinculan distintas enfermedades autoinmunes con niveles séricos bajos de vitamina D. Otros estudios más recientes los vinculan también con el riesgo a desarrollar demencia y Alzheimer (enlace). Dicha vitamina se encuentra en la mantequilla, yema y diversos pescados.
La vitamina A presente como retinol o caratenos, es importante para el sistema inmune, activando la resistencia a infecciones y la capacidad de luchar contra los radicales libres. También participa en la regeneración de las mucosas y la salud de la piel, la vista y los huesos. Se puede encontrar en la mantequilla, la leche, la yema de los huevos y en verduras y frutas de color amarillo. Pero en este caso, para que sea absorbida necesita grasa.
La vitamina K, por su lado, es un coagulante natural y también participa en la regeneración de los glóbulos rojos. Por otro lado, los niveles bajos séricos se han asociado a Diabetes y enfermedades neurodegenerativas (enlace). Se encuentra en grandes cantidades en el aceite de oliva, los verduras de hoja verde oscura, aguacate, yema y lácteos.
La vitamina E es un antioxidante y además actúa como anticoagulante, siendo importante su papel en el sistema circulatorio, previniendo trombosis, etc.
La vitamina E se puede encontrar en dosis altas en el aceite de girasol. También está presente en el aceite de oliva virgen, aunque en menor proporción. Sea cual sea la opción, lo mejor es elegir un aceite ecológico prensado en frío y envasado en botella oscura, dado que así las vitaminas se conservan.

La recomendación que puedo hacer es que no os privéis de grasa. Recordad que tiene que ser de alta calidad, lo menos procesada posible y ecológica. Si os decantáis por aceites, que sean en botella de cristal oscura, así la vitamina E se conserva . Si se trata de mantequillas y mantecas, que sean sin tener sal añadida. Introducid variedad: manteca de coco, mantequilla, aceite de oliva... Así tendréis a vuestra disposición diferentes sabores y diferentes propiedades. Ahora es momento de disfrutar la grasa sin culpas ni prejuicios.

¡Espero que les haya ayudado y que vivan los huevos fritos!  

viernes, 8 de agosto de 2014

Sueños y ¿creatividad?

Hace un tiempo me pasó algo un tanto desconcertante. Tuve una pesadilla y, aunque me desperté atemorizada, pasados unos minutos me volví a dormir. No le habría dado ninguna importancia si no fuera porque mi madre, a la mañana siguiente, me llamó muy preocupada preguntándome si todo iba bien. La razón de sus temores había sido una pesadilla muy inquietante (que resultó muy parecida a la mía y a la misma hora). Intenté tranquilizarla, pero su tono alarmista (ya sabemos como son las madres), junto con el recuerdo de alguna que otra película de temática sobrenatural acabó convenciéndome de que algo malo estaba al acecho que resultó ser nada más ni nada menos que un virus muy simpático que me obligó pasarme el día en la cama por la alta fiebre y del que, aún dos semanas después, intento librarme, pero parece que está muy agustito. Cabe decir que no me pasó nada, no se cumplió ninguna profecía ni hubo tragedias. Sólo quedó esa sensación de haber hecho el ridículo creyéndome la prota de Medium.
Todo esto me dejó pensativa. ¿Qué son los sueños? Es un tema cargado de misterio. Durante todo el desarrollo de la civilización ha habido diferentes concepciones y, aunque hoy en día tenemos una hipótesis muy extendida, siguen existiendo muchas incógnitas.
En la antigüedad eran considerados mensajes proféticos enviados por los dioses. Incluso hoy en día mucha gente sigue confiando en que son llave para el futuro, haciéndose con innumerables diccionarios que prometen darnos el significado exacto de cada imagen onírica. Curiosamente, en cada diccionario. la interpretación de un mismo símbolo varía. ¿Será que los dioses no conseguían ponerse de acuerdo? A principios del siglo XX, Sigmund Freud revolucionó la comunidad con su obra “La interpretación de los sueños” (1900), concibiendo las imágenes oníricas como el puente hacia el inconsciente, el lugar oscuro, y cuyo objetivo era la realización de los anhelos reprimidos durante el día. Esto supuso una gran polémica, pues trataba temas novedosos y prohibidos que la sociedad todavía muy tradicional no era capaz de “digerir”. Como decía el propio Freud la humanidad sufrió de tres grandes humillaciones: el descubrimiento de Copernico de que no somos el centro del universo, el descubrimiento de Darwin de que provenimos de los primates y no somos la creación directa de Dios, y su descubrimiento de que, lejos de tener nosotros el control, estamos gobernados por pulsaciones inconscientes.
Actualmente las hipótesis más extendidas apuntan a que el sueño es una necesidad fisiológica que se produce debido a cambios que ocurren en el cerebro y que tienen por objetivo asimilar lo sucedido durante el día. Cuando soñamos, el cerebro no distingue entre realidad o ficción. Por eso los sueños nos provocan emociones tan reales como vergüenza, miedo, pánico o incluso placer, pero además, según nuevos estudios, el sueño profundo (fase MOR), aumenta más la creatividad, así como la resolución de problemas y la memoria (enlace) Es decir, el dicho de consultar con la almohada sería cierto.
Esto podría explicar los fenómenos que le ocurrieron a diferentes científicos, los cuales, gracias a sus sueños, consiguieron dar en el clavo con las respuestas que se les resistían tanto.
Un ejemplo del poder de los sueños es la historia de Frederick Grant Banting (1891-1941) Médico y fisiólogo canadiense famoso por ser uno de los descubridores de la insulina. Desde muy pronto, él empezó a interesarse por la enfermedad de la diabetes, por lo que decidió abandonar su práctica médica y dedicarse por completo a la investigación. A pesar de que se trata de un paso arriesgado económicamente hablando, él no desistió. A pesar de que la suerte no estuvo de su parte y los experimentos fracasaban él seguía persistiendo hasta que un día o mejor dicho una noche se levantó sonámbulo y escribió las instrucciones para poder aislar de forma correcta la insulina. Después llevo a cabo el experimento, que concluyó con éxito, permitiendo remitir los síntomas de perros diabéticos. Eso le valió el premio nobel de fisiología y medicina en 1923.
Curiosa es también la historia de Otto Loewi (1873-1961), que descubrió la teoría de la transmisión química neuronal. No conseguía hallar el experimento que demostrará sus teorías, hasta que una noche soñó la respuesta. Se levantó agitado en mitad de la noche escribiendo las palabras exactas del sueño. Al día siguiente encontró la nota pero su letra fue tan incomprensible, que apenas distinguió nada. Afortunadamente la noche siguiente el sueño se repitió permitiendo a Loewi esta vez realizar el experimento con éxito. Así descubrió que la transmisión neuronal se produce mediante la segregación de sustancias químicas (neurotransmisores) lo cual le valió el Premio Nobel de Medicina en el 1921.
Estas no son las únicas anécdotas si no que ha habido muchas más que sirven de ejemplo de la complejidad del sueño y su importancia. ¿Vosotros habéis tenido experiencias similares?.